El auge de las criptomonedas ha revolucionado el panorama financiero, pero también ha abierto las puertas a toda una serie de delitos que se aprovechan de las posibilidades que abre esta nueva forma de dinero virtual: al fin y al cabo, es más fácil y seguro para un ‘narco’ mover el equivalente a millones de euros en un monedero digital que en maletas.

Uno de los principales objetivos de los delincuentes es el hackeo de los ‘exchanges‘, las plataformas donde se llevan a cabo las transacciones de criptomonedas. Ejemplos de hackeos exitosos en los últimos meses incluyen el caso de KuCoin, donde los atacantes se hicieron con 280 millones de dólares, o el de Binance, donde la cifra ascendió a casi 600 millones de euros. También es mucho más sencillo que robar cantidades equivalentes en un banco.

El comandante Alberto Redondo, jefe del Grupo de Ciberinteligencia Criminal de la Unidad Técnica de Policía Judicial de la Guardia Civil, explicaba recientemente en una entrevista a la agencia EFE que no debemos criminalizar a las criptomonedas como tecnología, pero que está claro que mucha gente ha hecho y hace un mal uso de ellas.

Y bien lo saben nuestros cuerpos de seguridad, que han adquirido una amplia experiencia en la lucha contra los delitos relacionados con las mismas. A comienzos de este año, sin ir más lejos, la Audiencia Nacional de España mantiene abiertas cuatro macroinvestigaciones —Algorithms, Arbistar, Kuailian y Nimbus— que globalmente han generado miles de víctimas y fraudes por un valor de más de 1.500 millones de euros.

Según los expertos, sólo el 0,26% de todas las criptomonedas que circulan en España (datos de 2022) están vinculadas al cibercrimen, pero aunque esta cifra puede parecer reducida, el número absoluto de delitos relacionados con las criptomonedas sigue siendo significativo. Y entre ellos destacan, especialmente, las ciberestafas.

Antes o después de que te estafen, las ‘cripto’ estarán ahí

En muchos casos, las criptomonedas entran en juego una vez que las ciberestafas han tenido ya lugar: cuando los estafadores se han hecho con los datos personales de las víctimas de campañas de phishing o timos por el estilo, y se dedican a rentabilizar ese robo vendiendo grandes bases de datos en la Deep Web. Es entonces cuando recurren a las cripto como medio de dificultar la trazabilidad de las transacciones.

Pero son las estafas con falsas inversiones en criptomonedas —en las que este dinero digital es también el anzuelo del delito— la mayor de las preocupaciones para los investigadores: estas estafas utilizan tanto los esquemas piramidales ‘de toda la vida’ como la ingeniería social para estafar a sus víctimas.

Primero las convencen de que invirtiendo en criptomonedas pueden obtener grandes beneficios, y luego les piden una pequeña cantidad en criptomonedas para comenzar la supuesta inversión. Si la víctima no posee criptomonedas, en algunos casos los delincuentes ha llegado a adquirirlas en su nombre convenciéndoles de instalar en sus equipos aplicaciones de acceso remoto que les han permitido acceder también a su información personal.

Y, una vez que se crea una cuenta en un “exchange”, los estafadores proporcionan a las víctimas acceso a sitios web con falsos indicadores de un crecimiento significativo en las ganancias. Así, hasta que, convencidos de contar con una pequeña fortuna, los inversores soliciten retirar parte de sus ganancias… y sólo reciben excusas y obstáculos por parte de los delincuentes.

Incluso cuando las víctimas amenazan con denunciar los hechos, alguna red delictiva ha llegado a contactarlas, simulando ser un bufete de abogados, para ofrecerles una demanda conjunta —algunos ejecutores de ciberestafas románticas recurren a la misma treta— … y alargar así el tiempo de espera antes de que el caso termine realmente en manos de las autoridades.

Imagen | Pete Linforth en Pixabay

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